lunes, 21 de enero de 2013

El Papa de la sonrisa

Albino Luciani, Ioannes Paulus I, en español Juan Pablo I
En este maravilloso Año de la Fe no escapa a mis afectos y respeto
la memoria de un Gran Papa, cuya corta misión abrió
la puerta de los altares para Juan Pablo II. 
Dos santos hombres enviados por Dios para orientar a la humanidad.
CORTO PARALELO, NO COMPARACIÓN SINO ÉNFASIS.
Beato el Segundo y sin reconocimiento el primero.
Sin que nos preocupemos por la benevolencia de su sonrisa.

Los labios de los dos despertaron la ternura en la juventud y los niños.
los mayores sentimos amor y la gente adulta, respeto.

Los dos, acercaron gran urbe al Dios de los cielos, fortalecieron la fe y
abrieron de “par en par” el corazón y el entendimiento a la evangelización.

Juan Pablo I, enseñó que un Papa, también sonríe y con su tesis
“El origen del alma humana”, dio a conocer su propio interior.
Cuando su Santidad Juan XXIII lo nombró Obispo y Pablo VI, Patriarca de Venecia, la humildad de su alma, lo hizo sonrojar.

Santas almas que saben explicar su humildad, con la sencillez de una sonrisa.

Un Papa más cercano al pueblo, con innovaciones
sencillas para su coronación.
Al terminar el Cónclave que dió su nombre como Papa,
Sor Teresa de Calcula lo calificó como “El mejor regalo de Dios” y
“Un rayo de sol del amor de Dios que brilla en la oscuridad del mundo”.
Tal vez, Sor Teresa tuviera razón, por lo trocado que el mundo comenzaba a mostrarse.
Su lema: La “humildad”.
Declaró que: “Dios es Padre, y más aun, es Madre”, con ello nos hizo
Entender el amor del Señor.
A través de su declaración nos enseñó que Jesús, Hijo Único de Dios,
vino a redimirnos por el mismo amor que dispensa al hombre.
Juan Pablo I, sonreía mientras caminaba; tal vez pedía consejo a Dios
o hablaba con los santos, porque la candidez de su rostro así lo reflejaba,
como cuando impartia la Santa Eucaristía.
                    Las relaciones interpersonales dieron a conocer su caluroso y
democrático trato hacia la gente, incluso hasta la ingenuidad,
sino inocencia.

Economista hacia los empleados y ecuménico con los politicos.
vehemente hacia la concepción.

Juan Pablo I, rico en virtudes, adornado de obras en su corto papado,
debiera ser santificado.
Los dos indefensos ángeles que en estado de vigilancia cuidan su sarcófago, podrían dejar ver que su cuerpo está incorrupto, martir de la Iglesia.
-Santo en vida-.
Su Ángel Custodio dormía, mientras Juan Pablo I, moría.

¡No al aborto!