miércoles, 13 de mayo de 2020

LEE tras las rejas, para ser precavido, sin TEMOR o MIEDO

Nuestra vida no es vida, puesto que no hay libertad, la libertad 
del –mundo- se trasladó a las almas sin DIOS.

La libertad de siglos, no fue bien atendida, ni sanamente aplicada 
a la paz y al amor. La armonía, el equilibrio, la alegría y el perdón.  

La libertad barrió la tierra, dejó huérfanos los bosques y atenta 
contra las selvas. La libertad contaminó las AGUAS TODAS.

La libertad devastó las familias, los derechos, los deberes no existen.

La libertad dejó sin padres a los niños, sin mamá a los NO nacidos, 
sin hijos a los ancianos y a los hijos sin ilusiones.

La libertad se llenó de tiniebla, alcohol y droga.

La libertad se tomó a la humanidad y la convirtió en pecados 
capitales.

La libertad hinchó los cuerpos ausentes de amor y dejó sin 
carne la vanidad de las mujeres.

La libertad atiende una pantalla que la distrae, la satisface, la 
corrompe.

La libertad llenó de enfermedad el orgullo y la soberbia.

La libertad mató el sueño, la ilusión, el deseo.

La libertad, pisó la romántica luna que llenó de antenas y cables 
el horizonte. El Arco Iris, tímidamente se asoma en lejanía, 
porque en la ciudad no cabe.

La libertad llenó de gris los aires, quiso apagar el sol y las 
estrellas.

La libertad convirtió las montañas y colinas en altiplanas carreteras 
autopistas. Cercenó los cerros, se robó la pata de las montañas 
para construir viviendas y esconder la otra parte de la libertad.

La libertad trocó el musical ruido del tren y el despertar de su pito 
en los valles y montañas, por el ACPM de las mulas y las flotas, 
enloqueció a los jóvenes, con las motos.

La libertad acabó con las fincas sembradas de alimentos, urbanizó 
los pueblos y mató los paseos familiares, el sustento de los 
terratenientes que horneaban las colaciones, que endulzaban la 
chispa de una charla sabanera con obleas. 
La libertad volvió insípido y amargo el paladar…

La libertad cambió las labranzas que nos alimentaban y hacían  
florecer los campos, por los contaminantes que mutilan los niños 
por nacer y enferman a las gestantes. También los hombres 
caminan y contaminan, llevando en sus cuerpos los insecticidas 
del comercio de las flores para San Valentín.

La libertad retiró el dulce de los trapiches, el trabajo de las mulas 
y el agua de panela. Porque, la libertad quebró a los domésticos 
cultivadores de la caña de azúcar y los gigantes sembrados están 
al servició del etanol.

Nuestra sabrosa dieta, sanamente nutrió nuestro cuerpo, ahora es 
amenazado con el /desinfectante de moda/, que suplió a la panela.

La libertad mató el ajiaco, el puchero, el peto, la mazamorra chiquita 
la morcilla. Nuestros alimentos huelen a alcohol porque la infección 
nos quitó la libertad de comer, de vivir.

La libertad cambió el artesanal y rústico vestuario, los encajes y 
sedas, por las telas acrílicas, que enferman.

La libertad quebró a los algodoneros colombianos y con ellos a 
Fabricato, Coltejer y Vicuña.

La libertad terminó con las cobijas de lana y con éstas el trabajo 
artesanal, en ellos, los pastores y rebaños.

Se acabaron las cotizas y alpargates y los tenis de Croydon.

Se acabaron los canastos, los costales, las lonas y los talegos 
de papel, que vuelven…

Se acabó la leche de vaca, así el kumis y el kéfir casero. 
Los dulces de la leche de cabra para comer con queso campesino, 
cuajada y pan francés.

A quienes aprendían, les mutilaron a Marroquín, a Andrés Bello 
y a Suárez. 
Tienen lenguaje único de redes. Quedamos somnolientos, quienes 
leíamos a Tagore y Gibrán.

La libertad, calló los libros que nos hablaban, que dibujaban en 
la mente de los niños los sueños de Pombo, en los jóvenes el 
romanticismo de Silva e Isaacs.

La libertad acabó con la música de Mozart, Beethoven y Litz. 
También de Bach, Strauss, y los que alimentaron el alma. 
A los Panchos, los Tres Ases y a Garzón y Collazos.

La libertad hizo que la codicia enriqueciera a unos pocos, 
a costa del resto de la humanidad hambrienta. 
No fue suficiente la India, China, Latinoamérica, los países 
asiáticos, que no saben que al otro lado de sus contaminados 
mares, hay gente con diferentes ojos.

La libertad quitó los campanarios y los atrios de las iglesias
para convertirlos en plaga de palomas y drogadictos, sostenidos 
por los soberbios, los sádicos y los facilistas. 
Rejas, rejas, rejas.