Por el jardín y
corredores de una pintoresca casa,
unas boticas en gamuza de color natural,
con suela roja,
forraban los pies de mi saludable y alegre niño,
que
soñaba viajar por el mundo.
Corría y saltaba tomando
entre sus manos las pequeñas
réplicas de carros antiguos, un
avión, un helicóptero
y un tren.
Su rubia melena cubría
el hermoso rostro,
enrojecido por el
ejercicio.
Con algo de énfasis
comentaba que tenía un viaje y
volvería pronto.
Se alejaba, para esconder
su cuerpecito detrás de los
arbustos del patio; lo que su inocente imaginación
no le
acusaba era que yo lo veía, detrás del tronco, del árbol de durazno,
desde cualquier parte de la casa.
desde cualquier parte de la casa.
Sorpresivamente salía para…saludarme
y efusivo,
hablaba sin cansancio, hilaba diferentes palabras, que
desconocidas, buscaba en su memoria, para coordinar
el episodio. Con su entrecortada conversación daba prueba
desconocidas, buscaba en su memoria, para coordinar
el episodio. Con su entrecortada conversación daba prueba
de sus variados e imaginarios viajes.
“Llegué de París madrecita,
visité la Torre Eiffel”.
Alzaba sus manitas para indicar cuan alta la veía.
Yo
fingía asombro a su saludo y los dos dramatizábamos
encuentros y despedidas…
Nuestro corto diálogo
se interrumpía, cuando anunciaba
su nuevo viaje.
Después de las cien
mil idas y vueltas por los corredores
y el prado, solía reír y entonar el vals de:
“Los puentes de París, os
han de ver cruzar…” y
“Chiquitita dime por qué…”.
a visitar el Muro de Berlín,
con alegría mostraba uno de sus
carros
para decirme:
“éste lo traje de allá.”
Antes de irse para Londres
a
tomar fotos al Big Ben,
me decía que ese viaje si
sería cortico…
Los sueños de un niño
son las
realidades del mañana,
porque no es mentira el viejo
refrán que dice:
“Soñar no cuesta nada”. |
A la fecha, sábado, 4:17 a.m. hora colombiana.
Hermoso princesa...
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