jueves, 26 de septiembre de 2013

NUNCA TENEMOS TIEMPO PARA DIOS...

Pasamos la mayor parte de nuestra vida
rezando un Padre Nuestro y esperando que el
Crucifijo se baje a darnos las gracias.
Creemos cumplir nuestro deber de cristianos,
sin tener el alma libre y en paz…

Miramos el firmamento, a ver si llueve el maná.
y nos quejamos si hace verano. 
Estamos inconformes cuando nos acecha el dolor,
pero no damos gracias por los momentos de salud.
Nos apresuramos a gastar, no a compartir.
Buscando qué más atesorar, que más botar.
Todo florece
No es suficiente lo que tenemos, 
sentimos vacío de lo que no recibimos.
Nos erguimos ante Dios, y nos arrodillamos ante el mundo.
Jamás buscamos tiempo para comunicarnos con el Creador.
No hablamos del Señor!
Nos apena reconocer cuánto nos prodiga, 
lo que somos, cuánto tenemos,

Todo el tiempo nos quejamos,
sin dar gracias del entorno 
Caída de la esperanza...
que poseemos.
No visitamos un templo 
para rezar, nos –afanamos- 
a continuar la marcha 
del “apure”. 

Durante todo el día, huimos 
del amor de Cristo, para 
penetrar en el razonamiento 
de sí mismos.


Apenas si miramos la puerta 
de un templo, no por gratitud, 
sino a ver qué más 
nos hace falta.

Todo el tiempo somos esclavos…
Nos da miedo soltar las cadenas 
que nos hemos impuesto,
 porque el miedo hace 
parte de ellas.
¡Por esto y muchas cosas más somos infelices!

¡No a la guerra!     ¡No al aborto!

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