miércoles, 16 de septiembre de 2015

El matiz del amor


El amor es un sentimiento sano y desinteresado,
que solo cambia como el agua cristalina de una fuente,
es como el color del firmamento, como la escala musical y
la tonalidad en las montañas; es como la ristra de una sementera,
vista en la línea del horizonte, es el coqueto viso de la luna y
los destellos del sol. Es pues, la serie de frases y vocablos
en los labios de un hombre enamorado...
Es el afecto puro detenido en un corazón aletargado...
Es el mismo Arco Iris en sus colores difuminados...
Es ese algo que, obligado, dejó de sentir el hombre,
al correr de los años, en la responsabilidad de la mujer...
 que mató al amor.
Ella la que ahuyentó el coqueteo, la admiración,
la protección y el amparo del hombre, dícese el papá,
los hermanos, el novio o el esposo.
Ella, la que calló las notas de la serenata
y el aroma de las flores...







                                            La mujer en el desespero por igualarse al hombre, trocó su naturaleza para 
convertirse en conveniencia única 
de la competencia, el desatino, el impulso.
Perdió la femineidad, la ternura, el romanticismo...
La mujer no buscó el contraste de culturizarse,
se orientó hacia el mundo y sus banalidades.
Permitió que la convirtieran en objeto, en  muñeca de celuloide.
Cayó en el culto al cuerpo, la vanidad, el explote,
la violencia.
Cambió su aspecto femenil y elegante por el de
“hombruna”.
La mujer proliferó la infidelidad, al convertirse en “eva”,
y la promiscuidad, al volverse “adán”.
No necesitaba la mujer llevar un distintivo que la
diferenciase del hombre, ella simplemente como
mujer, fue hecha para amar y que la amaren...

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