“Tagore ha sido esencialmente un lírico, un limpísimo
poeta
desasido (sic) de toda escoria retórica,
de todo ornamento superfluo.
En estas condiciones de limpieza y pureza que se respiran,
digamos en su poesía, reside la dificultad para acercarse
a ella con ojos de
crítico.
Esta poesía, como toda la que lo es esencialmente,
carece
de asideros formales y racionales para la glosa de
tipo literario, para el
despliegue de conceptos críticos.
En ella debe entrarse con el alma y con los sentidos
abiertos
y asombrados como se entra en un perfume o en un amor.
Cada un día estamos más seguros de que la poesía es menos
materia de conocimiento que objeto de amor.
Una gran ternura universal, que se extiende desde la brizna
de hierba hasta los mundos estelares, vivifica y fertiliza
la obra de Tagore.
Nada le es indiferente a este inmenso amador del mundo.
Se
evapora, sobre su obra, una tierna alegría, una jubilosa
luminosidad, “un don
de simpatía universal”
que nos reconcilia con el tiempo vano y con los cielos
hostiles.
Pero sobre todas las cosas, suena con apasionada insistencia
a lo
largo de su poesía, que toda su obra es poesía,
la prédica del amor más alto
que la sabiduría:
del humano y celeste amor que llena de alas cuanto toca
y
diviniza este barro trémulo y perecedero. ALTAZOR”.
¡No al aborto!