Ayer, de paso por el centro de Bogotá,
lo miré con nostalgia.
Rápidamente, desde el Taxi, observé una
y muchas iglesias
que enriquecían a Santa Fe, cuando su pueblo asistía al
llamado de las campanas.
llamado de las campanas.
De soslayo divisé el antiguo Templo de Santa clara,
actual Museo de su mismo nombre, e involuntariamente,
suspiré...Mis ojos se humedecieron y no brotaron lágrimas,
porque la fortaleza de mi corazón, las detuvo...
Ansiaba llegar al Templo de San Agustín.
Donde me deleité con el hermoso
concierto musical,
anterior a la Eucaristía, que inundó
de gozo mi espíritu,
Recordé las
tantas veces, que de niña, apuré el paso para llegar a tiempo, a la misa, y de la mano de mi madre, recorrer los
lugares culturales e históricos.
Al salir de la iglesia encontré
remodeladas edificaciones para
remodeladas edificaciones para
entidades gubernamentales y pese, a los sentimientos encontrados
de felicidad y nostalgia, regresó a
la memoria, un destino más,
Allí, el culmen del ansía de mi
alma, en tan fugaz paseo,
que comenzó en el Colegio
Agustiniano de Salitre,
dónde mi adorable nieta Isabela, había
regalado a mi
estática vida, un respiro espiritual.
A los ancianos nos sensibilizan
muchas situaciones y ello hace
que el alma se purifique y el
espíritu crezca.
No es el caso del episodio que narro…-
No es el caso del episodio que narro…-
Cerca a la Casa de Nariño, discurrí
en la limpieza de
las edificaciones, para entender que es
ofrecida por la novedad.
las edificaciones, para entender que es
ofrecida por la novedad.
Lastimosamente, pronto pasarán a ser
el “muro del canalla”.
Los barrios que conforman la Bogotá
actual, son el “cortafuegos”
de la ira reprimida de grafiteros que
sostienen su contraída
violencia de la selva, no en pinceles
de artista,
sino de los callados fusiles.
Los allegados a la ciudad capital,
no dejan “títere sin cabeza”,
entratándose de –sitios- para hacer
uso de marcadores y
pinturas contaminantes, maléficas y
grotescas,
que cierran la vista del transeúnte.
¿Qué falta a Bogotá? ¡ M O R A L !
Necesitamos un símil del Profeta, JUAN EL
BAUTISTA,
ante tantos herodes y herodías.
Bogotá, con acéfala alcaldía,
era una ciudad religiosa
y culta por excelencia.