Toda
persona tiene un niño escondido.
Cuando
se es párvulo ese “niño” quiere CRECER, es decir queremos ser grandes, adultos e independientes, es cuando aparecen nuestros líderes, los ídolos, los inalcanzables
modelos…
Sin
embargo, cuando llegamos a la pubertad, ese escondido niño quiere detener su
crecimiento, afanosamente se envuelve en el infantilismo, con el ánimo inconsciente,
de no crecer.
Sufre.
Por
qué?
Ha
descubierto las falencias de los adultos y no quiere formar parte
de un grupo hostil,
mentiroso y cruel.
Sorprendido,
descubre que sería símil de las injusticias que ha
tenido que pasar en el
desarrollo de sus etapas, unas que le han
robado, y otras que se han detenido.
Pasada
la corta pubertad, antesala a la adolescencia, el niño se ha
desilusionado de los
modelos que ingenuamente eligió.
Qué
fue lo que le sorprendió?
El
entorno le ha mostrado que la vida “no es bella”.
Hay
cambio de temperatura y climas, a los cuales él ha estado,
indiferentemente
expuesto.
Le
han dado a entender que debe acostumbrarse al frío, al hambre,
al odio, a los
grafitis, a la urbe cruel.
Cuál
es?
El
núcleo familiar. “Sus más amados” seres, a quienes no escogió.
Quién
lo conforma?
Los
adultos, que con las mejores intenciones, le van legando sus
gustos, afectos y
desafectos, en otros términos, la voluntad ajena
impuesta a la del adolescente, que aun, a desagrado, cree en los
mayores.
Qué
encuentra en ese núcleo, primer ente educador?
Diversidad
de gustos, discursos, argumentos y conceptos, que
su –niño interior- no puede
asimilar. Está limitado.
Lo
conforma el grupo de familiares, parientes, profesores,
docentes, que lo exponen
a temores, miedo, angustia y dolor.
Se
debate en el indefinido mundo de sus sentimientos, que están
por asentarse…
Los
mayores le hemos defraudado.
En
ese entorno se desarrolla el bebé que nació indefenso, pasó
por párvulo, púber y se acerca a la adolescencia.
Aun, su corazón es tan grande y su
entendimiento tan pequeño,
que confía…
Por
ello, solo mira, ¡asustado! No sabe cómo actuar, porque no le
está permitido pasar la edad de las /limitaciones/…
Debe
desbordar lo que no le hemos enseñado, la diligencia, el
sentido común, la autosuficiencia,
el sentido de pertenencia.
Detenemos
su creatividad, porque le imponemos la nuestra; se
estanca su individualidad y
en ella, su libertad.
Su
estima está frustrada. Tiene sueños? Quizá...
Ilusiones? Tal vez...
A
veces, le descubrimos nostálgico, aburrido, indeciso.
Se asoma la nueva etapa y
no está preparado para madurar.
Tiene
miedo a perder, lo único que le
protege, lo que le hizo
sentirse amado, amparado, seguro…
SU NIÑO INTERIOR.