Cuando me prepararon para la Primera Comunión tuve que
aprender del Catecismo del Padre Astete las Obras de Misericordia. Éstas son
catorce y se dividen en Corporales y Espirituales.
Las Corporales son éstas:
-Dar de comer al hambriento –
Para ese
entonces en casa mi madre acostumbró
a socorrer a quien ella consideraba
necesitado.
Hoy es mu difícil, no se puede establecer, realmente
quien es
hambriento, porque de la pobreza nació la
mendicidad y de ésta, el negocio,
incluso hay gente
que alquila niños ajenos y los maltratan para que lloren
y
conmover al transeúnte o limosnero.
-Dar de beber
al sediento –
No podemos
abrir la puerta a todos los que golpean, pues en
cualquier momento llegan
atracadores
de casas y apartamentos.
-Vestir al
desnudo –
Algunas veces
lo hacemos, por aquello de reemplazar el ropero y
entrar en el consumismo. Lo
que hemos regalado, lavadito, cosido, casi bueno, lo encontramos botado a la
vuelta de la casa y si verdaderamente está como para usar, lo venden. Esta obra
de misericordia se podría aplicar con las niñas de pasarela.
-Dar posada al
peregrino –
Grave! Quién
puede dejar entrar a un desconocido a la casa, si hasta se disfrazan de agentes
de los servicios públicos.
-Visitar a los
presos –
Ir a las
prisiones no lo pueden hacer sino sociólogos, sacerdotes y visitantes de ellos,
porque es una odisea pasar la puerta y no ser detenidamente requisado, hasta la
vergüenza, y en la requisa, robado.
-“Cuidar a los
enfermos” –
Ésta obra de
misericordia, dirigida por la Parroquia del barrio o por la Junta de Acción Comunal
se podría practicar, porque son muchos los enfermos solitarios y abandonados, a
quienes SÍ les hace falta de comer, beber, vestir y a quienes se les podría atender
como a los peregrinos, aun en su propia vivienda.
-Enterrar a los
muertos –
Difícil!
Los dolientes disponen siempre que sean “cremados”, así no hay que visitar
cementerios. Además que al respecto, las entidades que manejan los cementerios
han desarrollado un verdadero negocio que le hace competencia a las entidades
de salud, pues ahora hasta le ofrecen serenata para el difunto que ya no oye y a los
parientes y amigos, en
propio duelo.
Eso no quiere
decir que el “corazón de samaritano”
tenga que desaparecer de nuestras vidas, pues se puede practicar en la vida
diaria, con la familia, amigos y vecinos, que estén necesitados Ellos son nuestro
prójimo.
Muchas veces
somos generosos con personas distantes, sin mirar el necesitado entorno
familiar.
"De todo hay en
la Viña del Señor" y "La caridad, entra por casa".
¡No al aborto!