-¿Quién eres?
Ella no respondió.
El grillo comprendió
lo que sucedía, sin pronunciar palabra, se metió
en un hueco de la noche, que
pronto se llenó de silencio.
¡Bienvenido, silencio! Dijo ella con
los labios cerrados y se puso
a conversar con él, hasta que se quedó dormida.
-¿QUIÉN SERÉ YO, DIOS MÍO?
Entonces, entre los laberintos del
sueño, soñó con la oruga que tejía
en el silencio del capullo el color de sus
alas; soñó con la alondra
que empollaba en el silencio de su nido sonoros
cantos para la mañana;
soñó con el grillo, filósofo de la noche, argumentando
en el silencio su discurso;
y soñó con su propio silencio de semilla que crecía
hacia la superficie
y hacia lo profundo de la tierra.
En ese momento comprendió quién era,
de dónde venía y para
dónde iba. Soñó tranquila.
¡No al aborto!
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