Cuaresma
En medio de un bosque vivía un ermitaño, sin temer
a las fieras que allí moraban. Es más, por concesión divina o por tratarlas
continuamente, el santo varón entendía el lenguaje de las fieras y podía conversar con ellas.
En una ocasión en que el ermitaño descansaba debajo de un árbol, se cobijaron allí, para pasar la noche, un cuervo, un palomo, un ciervo y una serpiente.
A falta de otra cosa para hacer y con el fin de
pasar el rato, empezaron a discutir sobre el
origen del mal.
-El mal procede del hambre -declaró el cuervo, primero
en abordar el tema-. Cuando uno come hasta hartarse, se posa en una rama,
grazna todo lo que le viene en gana y las cosas se le antojan de color de rosa.
Pero, amigos, si durante días no se prueba bocado, cambia la situación ya no
parece tan divertida, ni tan hermosa la naturaleza.
El palomo intervino, apenas el cuervo hubo cerrado
el pico.
-Opino que el mal no proviene del hambre, sino del amor. Si viviéramos solos, sin
hembras, sobrellevaríamos las penas. Más ¡ay!, vivimos en pareja y amamos tanto
a nuestra compañera que no hallamos un minuto de sosiego, siempre pensando en
ella..
"¿Habrá comido?", nos preguntamos.
"¿Tendrá suficiente abrigo?" Y cuando se aleja un poco de nuestro
lado, nos sentimos como perdidos y nos tortura la idea de que un gavilán la
haya despedazado o de que el hombre la haya hecho prisionera.
Empezamos a buscarla por doquier, con loco afán; y,
a veces, corremos hacia la muerte, pereciendo entre las garras de las aves de
rapiña o en las mallas de una red. Y si la compañera desaparece, uno no come ni
bebe; no hace más que buscarla y llorar.
¡Cuántos mueren así entre nosotros! Ya ven que todo el mal proviene del amor, y
no del hambre.
-No. El mal no viene ni del hambre ni del amor
-arguyó la serpiente-. El mal viene de la
ira.
Si viviésemos tranquilos, si no buscásemos pendencia, entonces todo
iría bien. Pero, cuando algo se arregla de modo distinto a
como quisiéramos, nos arrebatamos y todo nos ofusca. Sólo pensamos en una cosa:
descargar nuestra ira en el primero que encontramos.
Entonces, como locos, lanzamos silbidos y nos
retorcemos, tratando de morder a alguien. En tales momentos, no se tiene piedad
de nadie; mordería uno a su propio padre o a su propia madre; podríamos
comernos a nosotros mismos; y el furor acaba por perdernos. Sin duda alguna, el mal viene de la ira.
El ciervo no fue de este parecer. -No. No es de la ira ni del amor ni del hambre de
donde procede el mal, sino del miedo.
Si fuera posible no sentir miedo, todo marcharía bien. Nuestras patas son
ligeras para la carrera y nuestro cuerpo vigoroso.
Podemos defendernos de un animal pequeño, con
nuestros cuernos, y la huida nos preserva de los grandes. Pero es imposible no
sentir miedo. Apenas cruje una rama en el bosque o se mueve una hoja, temblamos
de terror. El corazón palpita, como si fuera a salirse del pecho, y echamos a
correr. Otras veces, una liebre que pasa, un pájaro que agita las alas o una
ramita que cae, nos hace creer que nos persigue una fiera; y salimos
disparados, tal vez hacia el lugar del peligro.
A veces, para esquivar a un perro, vamos a dar con
el cazador; otras, enloquecidos de pánico, corremos sin rumbo y caemos por un
precipicio, donde nos espera la muerte. Dormimos preparados para echar a
correr; siempre estamos alerta, siempre llenos de terror. No hay modo de
disfrutar de un poco de tranquilidad. De ahí deduzco que el origen del mal está en el miedo.
Finalmente
intervino el ermitaño y dijo lo siguiente:
-No es el
hambre, el amor, la ira ni el miedo, la fuente de nuestros males, sino
nuestra naturaleza. Ella es la que engendra el hambre, el amor, la ira y el
miedo
|
El mal, falta de paz y ausencia de Dios.
El amor, jamás es causa del mal, Dios es amor.
La ira es el mal, con “careta”-
El miedo es la vacilación entre el temor y el vacío
del Creador.
Y nuestra naturaleza
no puede causar lo anterior, pues fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.
Qué puede ser el hambre, el
miedo y la ira? No otra cosa que el
“imperfecto” manejo del albedrío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario