No
pudo exterminarlos Hitler, ni todas las guerras,
batallas
e invasiones, desde SIEMPRE!
Adolfo
Hitler, a quien no cabe epíteto de maldad, como
presidente
del Partido nacional socialista de los trabajadores,
culpa
a los judíos de la derrota de Alemania después
de la I Guerra Mundial.
Como
prisionero, en 1922, escribe Mi Lucha.
Al
morir Paul von Hindenburg en 1934, Hitler se nombró “Führer”.
La
clase media y trabajadora confía en este inhumano ser,
para
salvarse, aparentemente, del comunismo.
En
Alemania, 1935 las leyes privaron a los judíos de su ciudadanía;
humillados
en público, expulsados de las escuelas y privados del trabajo.
En
1938 los nazis destruyeron sus casas, quemaron sus
tiendas
e incendiaron las sinagogas.
Con
el emblema y propaganda nazi hacia la ascendencia de una
raza
“aria” o superior, sin confesar que su ancestro era el mismo.
Llega
para los judíos “La Kristallnacht”, o “Noche de los cristales rotos”;
El Holocausto y exterminio de los
judíos, testimonio de la
masacre
nazi, que todos conocemos.
Sin
embargo,
“El Pueblo de Dios, escogido para ser el pueblo del Señor
es
y será superior, por esa misma causa.
Grande!
El pueblo judío, a la cabeza
de toda investigación científica
en
bien de la humanidad ha descubierto
lo que Dios permite al hombre y en
este
caso, a “Su Pueblo”.
Por ejemplo,
cualquier adelanto
de la ciencia, que hace “crisis,
de la ciencia, que hace “crisis,
no siempre,
es negativa”-,
el bacteriólogo Alexander
Fleming
descubre la
Penicilina en 1928
y Ernst Chain en 1938,
dio a conocer los
y Ernst Chain en 1938,
dio a conocer los
beneficios del
antibiótico.
Al inicio de
2009 a un obispo católico
se le ocurre dar polémica
sobre el
“Holocausto Nazi” y el
Papa Emérito, Benedicto XVI,
pide perdón al
mundo judío, para desagraviar
de una -injusta culpa-,
en cuya
responsabilidad, no tuvo nada qué ver la Iglesia
Católica.
Preguntándome
por décadas, –cómo es posible que haya sucedido tanta
atrocidad al
“pueblo del Señor”?
Mi única y tal vez descabellada respuesta ha sido que, tiene su origen,
en no haber reconocido al Hijo de Dios, hecho Hombre, como su Rey y
MESÍAS,
nacido entre ellos.
Israel, pueblo
judío, escogido por Dios, vuelve los ojos a BELÉN
y reconoce en
ese humilde pesebre, tu único SEÑOR, JESÚS!
Nosotros,
iglesia que pertenecemos a los pueblos a los cuales se refería
el Señor, cuando
dijo “ningún profeta es reconocido en su tierra”,
volvamos los ojos al
Sagrario, donde el Señor, nos espera, bajo la especie
del pan y en la Noche de
Navidad, con su remembrada fiesta de cumpleaños.
¡María
Santísima bendice a los no nacidos!
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