viernes, 30 de diciembre de 2011

La sonrisa...


DE UNA TRISTE AÑORANZA

Me abruman tus preguntas, aquélla en especial sobre la ausencia de mi risa... Puedo decirte que:

Ni el llanto de mi corazón me pertenece, ni el agua fluida de mis, aun vivos ojos, es mía... Han caído como ráfagas mis cobardes lágrimas para decirte hijo mío, que comprendo tus ansias de gorrión asustado para cubrir las inquietudes mías.

Cuando creo que formas parte de mí,  deseo satisfacer tus gustos, cobijarte por unos días que, convertidos en fugaces instantes de angustia, perciben tu partida con crecidas alas.

Me da miedo dejar insatisfechas tus necesidades de niño ansioso...Es  intenso el deseo que al dejarme, no me recuerdes  como la paranoica madre, la víctima insensata  que amargó tu infancia; quien dejó frustrados tus sueños de rico e incipiente, tu gran aspiración de ser feliz, porque jamás plegó sus labios para regalarte una sonrisa...


Alguna vez me pregunté porque no me era tan fácil reír y  contesté a mi pregunta: a quién vi sonreír en mis solitarios, fríos y contados  años de infancia?

Mi madre fue una mujer recia;  pocas sonrisas, tal vez ninguna vi en su rostro, cuando me colmaba de ternura y amor. Ninguna sonrisa en su afán por proporcionar mi alimento, mi vestuario, mi estudio. Ninguna risa, porque para élla el reír era prohibido...

Aparte, el ruido de la risa le molestaba porque creía que no era educado.

No quedaba tiempo para la recreación ni el ocio, su paz era la conciencia tranquila...

Ahora, después de 52 años me hago la misma pregunta y vuelvo a responderme: reír, reír bajo la oscuridad de la noche y como cómplice, el silencio, para no hacer ruido...reír cuando al recuerdo del deber cumplido se reflexiona porque no ha quedado deuda en la conciencia.

Sonreír en el alba, cuando todo es silencio contaminado y el único ruido es el trinar de las aves. 

Cuando al iniciar un ¡Bendito sea Dios! Antes, se dibuja una leve sonrisa para hacer paralelo de los pajarillos y sentir envidia, por no ser espontánea como éstos...

Quién puede reír, cuando al rostro,  sale el reflejo de un alma atribulada? 

Ésta ha sido una corta historia para hacerte saber que esa soy yo sin proponerme serlo, esa soy yo cansada del deseo de reír.

Seudónimo: Alegría

sábado, 24 de diciembre de 2011

Felicidades en Navidad


Dios se hace hombre


“La Palabra eterna se ha hecho pequeña,
tan pequeña como para estar en un pesebre.
Se ha hecho Niño para que la Palabra
esté a nuestro alcance.
Ahora la Palabra no solo se puede oír,
no solo tiene voz, sino que tiene un rostro
que podemos ver:
Jesús de Nazaret”
Benedicto XVI

viernes, 23 de diciembre de 2011

Navidad para reflexionar?...


Dos amigos inseparables, al hacerse adultos, tomaron rumbos diferentes, dada su profesión y oficio.
Después de 10 años, uno de ellos se encontró con la madre de su amigo, la saludo cortésmente y preguntó por él, ella, conmovida le comentó: 
“murió ayer…” Quedé sin palabras…
De pronto, rompiendo el silencio, por el mutismo en que quedé sumido, pregunté cómo había sucedido…
La madre de mi amigo me invitó a su casa, allí, escogí el lugar de juego, donde pasé gran parte de mi vida, dónde jugábamos los dos…
Evoqué recuerdos…De pronto, la señora interrumpió el silencio y dijo:
Hace dos años le diagnosticaron una rara enfermedad, cuya cura debía ser una transfusión por tres meses.
Te cuerdas que su sangre era particular, como la tuya, por lo tanto no era fácil conseguirla…Sí me acuerdo.
Estuvimos buscando donadores, continuó, al fin, encontramos a un indigente de la calle, con el mismo tipo de sangre que mi hijo, sin embargo, no quiso recibirla, pues dijo que de la única persona que recibiría sangre sería de ti.
Te buscamos y mi hijo nos decía: no lo busquen, sé que mañana vendrá…
Todas las noches se sentaba a orar, en la silla que ocupas.
Pasaron los meses, sin que dejara de lado la esperanza de tu visita.
Así terminó su vida…La última noche, sonriente me llamó para decirme:
“Madre, sé que pronto mi amigo vendrá, pregúntale por qué tardo tanto…
La señora se levantó para traer la nota, cuyo texto dice: “Amigo mío, sabía que vendrías, tardaste un poco, pero no interesa, lo importante es que viniste.


Ahora te espero en otro sitio, quiero que tardes en llegar, mientras tanto, rogaré  por ti y desde el cielo te cuido. Sigues siendo mi mejor amigo.
Ah, por cierto, por qué nos distanciamos?
Si fue porque no quise prestarte mi pelota nueva, ya pasó! 
Éramos insoportables, bueno pues tómala como un regalo…
Te quiero mucho, tu amigo de siempre…
Te suena conocida esta historia?
No sabes cuánto me arrepiento por no haberle dicho oportunamente a mi amigo lo importante que era para mí,
que sigue siendo…Mi orgullo fue más grande, jamás le perdoné que no me hubiera prestado su nueva pelota.
Cuántas veces hemos perdido amigos, por insignificancias como ésta…
Hoy, te cuento mi historia para que no te pase lo mismo que a mí.
Si tienes un amigo, dile lo mucho que lo aprecias y si ya lo has perdido, piensa que no ha sido del todo una pérdida, sino una separación, aprovecha para recuperarlo; no dejes que el Ego pueda más que tu corazón, te lo digo yo…

-La amistad es como el mar, se ve el principio, pero no el final. Los verdaderos amigos pueden crecer separadamente sin quedar divididos en la distancia-

¡Qué difícil es ganar un amigo en un año, y qué fácil es perderlo en un instante!

sábado, 17 de diciembre de 2011

Intolerancia




Cerca de Tokio vivía un anciano Samurai, dedicado a enseñar a un grupo de jóvenes. Quienes lo conocían comentaban que derrotaba a cualquier adversario.
Una tarde lo abordó un joven guerrero cuya técnica era de provocación. Observaba los equívocos del contrincante y los usaba en el contraataque.
Los jóvenes estudiantes no estaban de acuerdo con el reto, por la desigualdad de edades, pero el anciano aceptó el desafío…
El joven guerrero era vencedor en todas sus luchas y conociendo el prestigio del anciano samurai, fue con el propósito de derrotarlo y arrojó piedras e insultos al maestro. Su provocación se extendió por horas y horas, y el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto, el guerrero se retiró.
Los estudiantes que no entendían la actitud de su maestro, desilusionados le  preguntaron:
-Cómo pudiste soportar tantos insultos? Hubieras podido sacar tu espada …
El maestro les preguntó:
-Si alguien llega a obsequiarles un presente y ustedes no lo aceptan, de quién es?
-De quien ofrece el regalo, contestó uno de los muchachos.
-Lo mismo vale para la envidia, la ira y las ofensas –dijo el maestro-.
-Cuando no se aceptan, continúan siendo de quien las lleva consigo.