sábado, 19 de julio de 2014

El sabor de la mentira…y el perdón

DATOS BIOGRÁFICOS
Por los años 55, estudiaba bachillerato comercial, había tomado 
la amistad de una compañera* de grupo que no le gustaba a mi madre, 
ni a mi favorito amigo.
En cierta ocasión, la madre de ella enfermó y yo, como “yerbatera”, 
convencida de que mi visita y recetas la curaban, fui a verla; 
me bajé del bus del colegio en el paradero de ella, anterior al mío.
Aunque no era la intención demorarme, me ofrecieron onces…
Con la preocupación que debía caminar como 20 cuadras, 
además pasaban las 5:30 p.m. Comprendí que mi madre me iba a regañar… 
Entonces:
A medida que avanzaba inventé como unas 50, mentiras, (exagerado).
Que si -la llanta pinchada del bus, que si el conductor me había pasado, que…
 Con tanta imaginación llegué a casa y continuaba inventando 
la de más credibilidad para una mamá, pues ellas 
–todo lo saben o intuyen-…
Así, subí al 3º. Piso y aun casi a tres metros de mi madre, 
todavía dudaba cual de todas las mentiras sería la que más encajaba…
Mi madre lavaba…de pronto me miro y dijo:
“madrecita, cómo te fue?
“Cómo estás?
Su saludo, igual que el de siempre, no fue lo que penetró mi corazón,
fue su “ternura, lo suave de su acento y su dulce mirada”…
Apenas si le contesté que bien…
Me sugirió tomar algo que tenía calientico para mí…
No pude, fui a mi habitación y deteniéndome en las tareas, 
lloré mis ojos!!!
Hoy, todavía se humedecen…y el corazón, ya curtido, 
recuerda que no pude MENTIR.
Por ese episodio, -jamás le encontré sabor a la mentira-*
De éstas, no hay blancas, ni pequeñas, ni sanas: son mentiras.
Remembrando sobre mi condiscípula*, supe que siempre 
me había engañado, aunque yo la considerara mi amiga; 
con sus aparentes afectos…
Se quedó con mi novio (+), paz a su alma.
Camino de la vida
Veinte años quizá había transcurrido sin que nos viéramos las dos.
En octubre de 1979, después del nacimiento de mis hijas
Sara y Susana, buscándome, me ubicó en casa de mi madre; 
hubo reconciliación y perdón…
Elenitas silvestres
Fue ella la gestora, por su cambio de religión, yo sentí que nada me debía.
No es orgullo, ni soberbia, es testimonio de que sí podemos perdonar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario