Un hombre le pidió de mil formas a Dios que le diera un árbol.
Señor, dame un árbol, Señor dame un árbol…
Dios le dio una semilla…
El hombre le pregunta:
Señor, yo te pedí un árbol.
Por eso, ¡Siémbralo! Ya tienes la semilla.
A los hijos no se les debe dar todo porque se vuelven “facilistas” y se les malcría;
deben afrontar penurias para desarrollar sus habilidades, dejémoslos crecer,
Solo es necesario un “empujoncito”.
Esta anécdota del árbol es muy buena porque es necesario saber dar, pero también, cuando sea necesario, saber negar, prohibiendo a los hijos aquello que los llevaría a adquirir malos hábitos.
ResponderEliminarEn definitiva, lo que nos ocurre es que no queremos ver lo que es evidente, que el afecto y el cuidado son una misma cosa y no dos hechos separados (uno espiritual y otro material). El afecto, sin el cuidado, la protección y la enseñanza no sirve para nada, es un simple espejismo, un engaño. Por el contrario, con la protección, el cuidado y la enseñanza, es irrelevante la existencia del afecto. Si si quiere ver aún más claro, sólo tiene que preguntarse qué es lo que prefiere: 1) Afecto sin cuidados, protección ni enseñanza o 2) cuidados, protección y enseñanzas sin afecto.
Claro que puede decir "quiero las dos cosas", pero para aclarar si el afecto es realmente un hecho físico y material que se manifiesta en los cuidados, la protección y la enseñanza, escoja entre las dos alternativas. A los cientos de personas que se les ha hecho esta misma pregunta, el 100% ha coincidido en preferir la segunda alternativa, es decir, preferimos ser cuidados, protegidos y enseñados aunque sea sin afecto que no al revés. Es decir, preferimos (necesitamos) hechos y no buenas intenciones.
Entonces tenemos dos alternativas. O bien tenemos que rechazar que el afecto sea necesario para sobrevivir, siendo una entidad espiritual que nada tiene que ver con la vida y su mantenimiento, o bien comprendemos que el afecto agrupa todo lo que se ha dicho acerca de lo que puede proporcionar una familia para que el niño sobreviva. Es decir, que el afecto consiste en proteger, cuidar y enseñar al niño para que sobreviva.
Pareciera un trabalenguas, pero si se analiza llegamos exactamente a la molaleja de la anécdota del árbol; "Enseñémos todo lo posible a los niños para que puedan sobrevivir..... más aún en la actual generación, donde se ven abocados a tantos retos y decisiones, que si no tienen las bases adecuadas pueden irse por el camino incorrecto.......
Un abrazo
Marcezumo