Nuestro corazón está de fiesta
Renovémonos visitando a Jesús Sacramentado
en el Sagrario
De nuevo aquí me tienes Jesús mío confuso y compungido ante tu altar;
sin saber qué decirte, ni qué hablarte, ansioso solamente de llorar.
Vengo del mundo, vengo del combate, cansado de sufrir y de luchar.
Traigo el alma cargada de tristezas y hambriento el corazón de soledad;
de esa soledad dulce, divina que alegra tu presencia celestial,
donde el alma tan solo con mirarte te dice lo que quiere, sin hablar.
Mis miserias Señor aquí las traigo, mírame con ojos de piedad,
soy el mismo de siempre dueño mío, un abismo infinito de maldad…
Un triste pecador siempre caído, que llora desolado su orfandad,
y gime bajo el peso de sus culpas y ansía recobrar su libertad.
Soy un alma sedienta de ventura, un corazón que muere por amar
y abrazarte en la llama inextinguible del fuego de tu eterna caridad.
Concédeme señor que a Ti me acerque, permite que tus píes llegue a besar,
déjame que los riegue con mi llanto y sacie en ellos mi ardoroso afán.
Oh! qué bien se está aquí, mi dueño amado, ante las gradas de tu santo altar,
bebiendo de la fuente de aguas vivas, que brota de tu pecho sin cesar.
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