miércoles, 8 de junio de 2011

"La leyenda del Dorado"






Con la

investidura del Cacique se desarrollaba la ceremonia en la Laguna de Guatavita

Ceremonia para el principado o “Señorío de Guatavita”, de la cual tomó el nombre el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá. Gracias a que revocaron el proyecto, que buscaba cambiar su original nombre.

Hacían una gran balsa de juncos, la adornaban vistosamente; colocaban en ella cuatro braseros encendidos, para originar el sahumerio de “moque”, aromatizado con trementinas y diversos perfumes; lo encendían en tierra, de tal manera que el humo impedía ver la luz del sol.

El cuerpo desnudo del heredero o sucesor al señorío de Guatavita, era untado con una esencia de trementina, sobre la cual esparcían polvo de oro, molde que cubría desde la cabeza hasta los píes, después del ayuno de seis años.

Al apuntar la aurora lo subían a la balsa acompañado por cuatro caciques de los más importantes y se dirigían al centro de la laguna. En forma de lluvia, caían las esmeraldas y joyas, que habían colocado a sus píes.

Mientras llegaban al centro de la laguna, los cantos, voces e instrumentos no habían dejado de sonar; con una bandera se daba la señal para que cesara el ruido.

El futuro cacique desprendía de su piel el oro que se había convertido en un reluciente velo, que iba al fondo de las aguas con las piedras preciosas y tesoros; lo mismo hacían los cuatro caciques que lo acompañaban.

Al regreso de la balsa a tierra, comenzaban otra vez los cantos, gritería y ruido de voces e instrumentos. De esta forma quedaba reconocido por “señor y príncipe”, el nuevo cacique.

Buscaría, nuestro cacique, competir con el sol, su brillantez?

El Dorado, hombre de oro, -no es un mito- la balsa de oro fue encontrada, cerca de Bogotá, por dos campesinos en el año de 1969 y se halla en el Museo del Oro del Banco de la República.

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